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A capela, A capella, A cappella [a kapˈpɛlla]

Es un modo de interpretar música usando únicamente la voz humana, prescindiendo de todo instrumento. Sería el bio de la música: sin aditivos artificiales.

Una sola voz es capaz de entonar una melodía, con letra cantada o sin ella, pero al unirse varios intérpretes con sus respectivas laringes, se dispone de armonía (polifonía), contrapunto e incluso imitación de instrumentos, lo cual enriquece el resultado hasta límites admirables, y todo sin apoyo de artilugio alguno.

La expresión «a capela» viene del italiano «como en la capilla» o «al estilo de la capilla». En general, el término se estandariza por las restricciones en las iglesias cristianas sobre el uso de instrumentos musicales, desde la introducción del canto gregoriano hasta casi la llegada del barroco musical. Dicho llanamente: se cantaba a capela porque no podrían utilizarse instrumentos en las capillas.

Pero comenzando más atrás, ¿de dónde viene eso de la capilla? No hay que buscar etimologías complicadas: una capilla es una capa pequeña. Sin más. Aunque la original fue más conocida que la de Caperucita, pues se trata de la prenda que san Martín de Tours compartió con un mendigo en el año 337. Si el buen Martín partió aquella capa por la mitad fue porque solo media era suya (el resto era propiedad del ejército romano, cuyas filas militaba entonces el que luego se haría santo).

Después, la media capa «fue preservada por los reyes carolingios en un relicario, cuyos custodios eran llamados cappellani, y de ahí el nombre de cappella (o capella) dado a la iglesia que la guardaba. Así, cualquier pequeño sitio devocional tomó este nombre, ya fuera una estructura autónoma o al interior de un edificio mayor, como una catedral o un palacio.

A todo el personal de sacerdotes, músicos y otros funcionarios asociados con tales lugares se le denominó “la capilla del rey”, “la capilla del papa” y así sucesivamente.

Las capillas adquirieron mayor importancia como instituciones para el cultivo de la música durante los siglos XIV y XV, cuando la demanda de patronos ansiosos por acrecentar sus reputaciones creó un mercado internacional para cantantes y compositores de polifonía. La capilla papal y las capillas reales de los diferentes monarcas europeos fueron importantes modelos a emular, tanto en sus países (por nobles de menor alcurnia) como en el extranjero.

En Italia, las capillas ducales, organizadas a imitación de las cortes del norte, comenzaron a aparecer en la segunda mitad del siglo XV en ciudades como Milán y Ferrara; la de Venecia adquirió prominencia en el siglo XVI. Un resultado de estos avances fue que, en el uso común, el término quedó restringido a los músicos, de modo que el Kapellmeister alemán, el maître de chapelle francés, el maestro de capilla español y otros términos similares, se aplicaron al director musical. En Alemania, el término Kapelle terminó por aplicarse a cualquier grupo musical organizado, de voces o instrumentos, en la iglesia, en la sala de conciertos o en la casa de ópera; y el término Kapellmeister al director musical de cualquiera de estos grupos. Hasta el siglo XIX, este puesto implicaba en general la composición, y muchos compositores famosos fueron Kapellmeister».

Volviendo a la definición estricta de música ejecutada solo con la voz, las interpretaciones a capela son utilizadas a menudo en la música religiosa de Occidente. El canto gregoriano es el ejemplo más claro, aunque ha seguido presente a lo largo de la historia de la música, tanto en el canto solista como en el coral, desde las composiciones sacras a la profanas, produciéndose obras para distintas voces en todo tipo de músicas y culturas, desde el pasado más remoto hasta la actualidad. No es desatinado suponer que la primera melodía interpretada por un ser humano tendría este carácter, antes de que llegaran los instrumentos.

En la actualidad, las interpretaciones a capela entran de lleno en la música popular urbana, comenzando por los primeros estilos estadounidenses, de los que nace el blues y el soul de los felices años 20 del siglo XX, hasta grandes artistas actuales como Bobby McFerrin o grupos como The Voca People, que han sabido mezclar la esencia del canto coral a capela con nuevas tendencias musicales como el beatboxing, donde la historia guiña un ojo paradójico: si los instrumentos nacieron para acompañar a la voz (antes de iniciar su andadura en solitario), estas formas interpretativas que hoy se han puesto de moda, lo que hacen es imitar a los instrumentos y, por tanto, sustituirlos. De la voz solitaria por falta de acompañantes a la emancipación de la voz que puede con todo. Por eso el término «a capela» se asocia coloquialmente con el valor de hacer algo sin refuerzos o protección, montando el caballo «a pelo» (pero esa es otra historia).

Como ejemplo de redaños vocales, vaya este Spem in alium (de Thomas Tallis), interpretado por The King’s Singers. Para quitar el aliento.

Algo más moderno, Simón Carranza (él solito con sus 33 voces), se marca un Death Of A Bachelor de Brendon Urie. Quien quiera entretenerse, que busque los instrumentos. Pista: no los hay.

Para cantar a capela sin miedo, lo mejor es practicar imitando: esa será la red que da seguridad frente al vértigo de la voz sola.

Referencias:

  1. Ramos, Omar. «Experimentarán con ritmos latinos». México. Milenio.
  2. Latham, Alison. «Diccionario enciclopédico de la música». Oxford.