Los coros pueden ofrecer resultados sublimes. Con algo de esfuerzo y disponiendo de buenas herramientas para preparar el repertorio, incluso los no profesionales en un concierto coral moldean y modulan sentimientos, que saltan hacia el público para luego regresar a los intérpretes, creando un eterno y grácil bucle.
Suena bien.
Pero dentro del instrumento las cosas no siempre son así de limpias: se acumulan mohos y pelusas que periódicamente deben limpiarse.
Marita Goga defiende que un mediador externo es lo idóneo para llevarse las impurezas, como un trapo… que no forma parte del instrumento.
No todos los coros pueden costearse un asesor de ese tipo; quizá ni siquiera deseen recurrir a él. Por eso, acorde con la tónica del «hágalo usted mismo», aquí van algunas ideas sobre cómo prevenir y curar conflictos en un coro. Están en forma de divisi:
- Egocentrismo I: esta suele ser la causa de los principales conflictos en un coro. Que no se me ve, que al otro se le escucha más, que yo lo resolvería mejor, que yo sé cómo se ha hecho siempre… el remedio es la humildad disolvente que exhibe un coro. Ocurre que la experiencia polifónica se construye como suma, donde cada pieza es imprescindible, pero emana de una «masa» coral indistinta.
- Egocentrismo II: paradójicamente, puede ser necesaria una figura que se ponga en el centro y haga valer su autoridad. En una agrupación musical no todo es democrático. El director, el presidente, los jefes de cuerda… tienen la última palabra y deben saber usar esa carta. Desde el primer momento, el resto debe saber que las normas son esas.
- Atención I: estar pendientes, como avisa esa marca de «¡Ojo!» que adorna pasajes difíciles en una partitura. ¿Quién patrulla, vigilante a las pequeñas chispas? El director, los jefes de cuerda, la junta directiva… pero el mismo coro en conjunto es también un organismo que tiene el sexto sentido de la «nocicepción» (consciencia de lo que le ocurre al propio cuerpo). Atención temprana a los detalles, sin restarles importancia pero sin dramatizarlos. Mejor que maldecir la gota que colmó el vaso, habrá que cuestionar todas las anteriores que contribuyeron a llenarlo, y a esos espectadores que contemplaron el proceso impertérritos.
- Atención II: dar atención, dar cuidado a quien se siente ofendido, porque los conflictos se juegan en el terreno de las sensaciones subjetivas, y lo que para otros puede ser trivial, para mí es un mundo. Como herramienta preventiva está el halago sincero, la retroalimentación (felicitar en público, reprender en privado), el agradecimiento, el festejo compartido de los éxitos, el duelo (también compartido) de los fracasos…
- Templanza I: complementando lo anterior, saber poner en contexto lo que valen y cuestan las cosas. No es contradictorio atender lo que se sabe que es nimio; pero debe tenerse ese conocimiento.
- Templanza II: mantener la calma e intentar que se propague. Templar gaitas y otras voces. Dar calor. Eso pasa por la proximidad, la sintonía, incluso el contacto físico.
Da capo: volviendo a la erradicación del sentido de la propiedad que sirve para bajar humos antes de que salte la chispa, Jorge Drexler enseña a sentir que las músicas no tienen dueño, porque son algo grande, antiguo y hermoso que se vuelve inasible a personas o épocas concretas, correteando como un río subterráneo que va más allá de nuestras propias identidades o culturas. No te pierdas la charla del músico uruguayo desentrañando esos misterios a golpe de milonga.
Y cuando termines, deja la pantalla y corre a abrazar algo o alguien.